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Si dejar ir es la clave... ¿Por qué nos cuesta tanto?

Escrito por Paula Catalina Betancourt, Terapeuta Espiral. Especialista en biodescodificación.


Los seres humanos nos aferramos. Sentimos apego a todo aquello que nos genera sentimientos de placer, y evitamos lo que nos causa dolor. Nos aferramos para evitar sentir la tristeza de la pérdida y, en general, tener que hacer cambios que nos sacarán inevitablemente de la zona de confort. Esta es el lugar en donde nos es cómodo y conocido vivir. Es la zona en donde nuestro inconsciente se siente seguro, no ve amenazada su supervivencia. Vivimos gracias a los aprendizajes que nos mantienen a salvo, dada la información que, por herencia, fue guardada en nuestro ADN y nuestra mente. Mucha de esa información fue grabada en nuestros primeros años de vida, a través de experiencias.


Estos aprendizajes están grabados en nuestro interior, es por ello que los reflejamos a nuestro exterior a través de la proyección. Lo que esta busca es ratificar que eso en lo que creemos (en la mayoría de los casos de forma inconsciente) es real.Un ejemplo claro es la ira: esta es la acumulación de muchos miedos existentes en nuestro inconsciente que han sido reprimidos, suprimidos o evitados; con el único fin de no sentir nuevamente el dolor. Cada vez que suprimimos nuestro miedo y acumulamos culpas, terminamos somatizando estas emociones no transitadas. Cuando nos evitamos por miedo de enfrentarnos a nosotros mismos, y nos ocupamos de cosas externas como el cine, el trabajo, la familia, etc; dejamos a un lado la posibilidad de poder amar de verdad y llegamos a estados de aislamiento social y odio hacia los demás. Este odio no es más que un odio propio, que se va acumulando...se le llama Ira. Esta nos lleva a la última forma de no encuentro: la expresión no asertiva de lo que sentimos, explotando de formas irascibles toda la presión que llevamos dentro. Con esto vamos generando estrés, que no tiene nada que ver con factores externos. Este es, más bien, el mecanismo interno que genera proyección, volviéndonos víctimas del entorno, las personas, las empresas, entre otros.


Con todo esto acumulado en el cuerpo, se generan emociones que son vibraciones energéticas, a las cuales les damos un nombre y las anclamos (a través de una sensación) a patrones y creencias ya establecidas. Poseemos una tendencia a clasificar en buenas y malas nuestras emociones, pero es importante entender que estas son neutras.



Una poderosa forma de acceso al inconsciente es a través de las sensaciones que simplemente nos generan malestar o bienestar. Las sensaciones nos impulsan o nos frenan, generando unos pensamientos que justifican nuestras acciones; al igual que unas vibraciones que van al campo cuántico. Estas vibraciones atraen situaciones y personas acorde con ellas. Es decir, si emites vibraciones de miedo, estarás rodeado de situaciones que son aterradoras y que generan acontecimientos tristes; en cambio, cuando todo tu ser está alineado con la gratitud, emites vibraciones altas que generan acontecimientos alegres y personas en paz que se acercan a tu vida.


Nuestra tendencia al juicio, nos lleva a tener miedo y culpa por sentir alguna sensación. Esto bloquea en todo sentido el dejar ir que tanto anhelamos. Seguimos revolcándonos en el miedo y el dolor; sin antes, en humildad y no desde nuestra opinión, aceptar lo que este es. Desde la entrega a vivir cada cosa como viene, utilizamos la pregunta: ¿Qué me está enseñando esta situación y esta persona?. Es claro que nuestros grandes maestros son las crisis vitales y las personas a quienes solemos llamar tóxicas.


Desde aquí vemos que la razón más común por la que nos resistimos a dejar ir, es porque creemos que aferrados a ese sentimiento vamos a lograr lo que deseamos...y es todo lo contrario. Nuestro sistema de supervivencia se activa desde el miedo, el pensar se bloquea y la acción no logra ser realmente eficaz. Vale la pena hacernos preguntas como: ¿Es verdad lo que pienso? ¿Estoy dispuesto a dejar el miedo o a tenerlo para no tener éxito? ¿Qué estoy tratando de justificar? ¿Cuál es el costo que estoy dispuesto a pagar por no soltar?.


Dejar ir es un cambio de perspectiva de lo que estamos observando, aunado a la decisión de querer liberarse, más que a la de querer conservar eso que nos agobia. Solo ahí te sorprenderás de la forma como has venido justificando tu “no quiero”, a través de un “no puedo”.


Hoy te invito a que dejes ir. Esto puede hacerse por el mismo camino que se creó: sintiendo, permitiendo fluir. Estar con la sensación, aceptarla, reconocerla, comprender todas sus aristas; sin juicios. En la medida en que dejas a la sensación estar, ser; ella misma comienza a diluirse. En ocasiones pasa de forma inmediata y en otras poco a poco. Aprendes a negociar con tu inconsciente que este dolor que dura unos pocos minutos no te va a hacer daño, luego la sensación de paz que puede sentirse es duradera y de bienestar. Al final es importante que comprendas que somos seres conscientes con la capacidad de elección, y desde esta perspectiva, también eres libre de elegir el no entregar.


Namasté.



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